miércoles, 22 de abril de 2020

¿Cómo harán?


Durante esta situación calamitosa y de autoexilio de casi todo el mundo, hemos tenido más contacto con las redes sociales, de una u otra forma, estos espacios cibernéticos nos dan un perfil de lo que somos, de lo que pensamos, de lo que queremos y es un reflejo de nuestra identidad humana, cada quién es su propio universo.

Sin embargo, dentro de todas las personas hay unas que me generan mayor inquietud, los que saben todo, lo que saben de economía, saben de epidemias, de política, de medicina, de sociología, de psicología, son terapeutas, músicos, editores, ingenieros, mejor dicho, Da Vinci sería un “explorador” a comparación de estos personajes que emanan por  toda la red.  Lo más simpático es que cuando usted habla o interactúa con ellos, son simples mortales, tan normales como cualquier otra persona, no tienen súper poderes, no tienen la capacidad de una discusión que eduque, que forme o transforme, sus arrogantes posiciones ideológicas elimina cualquier intento de debate.

Confieso que en algún momento me creía así, tenía ideas superficiales que asumía con una petulancia enciclopedíca, al mejor destilo de Denis Diderot, creía que mi opinión era la máxima expresión de la civilización, pero la realidad humana me generó un choque intelectual, académico y pragmático, entendí que una persona es como una golondrina, haciendo referencia al viejo refrán que “una golondrina no hace el verano”, sin embargo, en el trasegar académico y profesional entendí que la diferencia es la que construye, sin salir de lo establecido en la naturaleza.  Justamente los que antes juzgaban y sentenciaban mi forma de pensar, ahora son exponencialmente más hostiles e impertinentes; nada les sirve, todo es un problema menos lo que ellos proponen, que en realidad sí son dificultades de carácter estructural.  Si el gobierno hace algo, son ladrones, si la oposición hace algo, son héroes; si su maestro político hace algo, son venerados mesiánicamente, si el ejercicio natural dice algo, son errores divinos, una serie de contrariedades que da impotencia, ni siquiera motiva la discusión, como decía el viejo sabio árabe: ¿De qué sirve discutir con necios y cismáticos?.

Los juicios de valor de estas personas están cargados de odio, que generan división, sus posiciones motivan la revancha y la venganza.  Personas que pudieron hacer mucho, pero ahora son simples individuos que tienen el derecho de opinar, y de oponerse a los dictámenes de la lógica natural, pero sus argumentos no trascienden de odio, de fanatismo y de díscolas opiniones superficiales.  Personas que se sienten oradoras en sus entusiasmos, pero que destrozan el “buen vivir” de los humildes; manejar las cifras, las noticias, los estudios, es bastante fácil, lo difícil es llegar a la verdad, es defender la verdad, pero no se puede hacer apología a la certeza a partir de comentarios inútiles y de sentimientos de animadversión.

Igualmente, todos los que opinan así, en contra del sistema capitalista, en contra de las determinaciones del gobierno, que asumen de manera categórica que toda acción política es una acción corrupta, han sido beneficiados de estos modelos, son profesores, funcionarios, concejales, ex funcionarios, tienen créditos con los bancos, votan por sus candidatos y lo más contradictorio de todo, es que son responsables del devenir de este valle de lágrimas.

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