sábado, 26 de septiembre de 2009

PRINCIPIOS DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA


El tema atrapa de comienzo a fin y se torna en un gran compromiso para los católicos, ya que nuestra conocimiento de la Iglesia es muy poco, es por esto que somos carnadas fáciles para los representantes de las diferentes religiones. No tengo el criterio para afirmar cual religión es la verdadera, apenas estoy adentrándome a conocer más la mía y las de mi familia que es la católica y me parecería injusto optar por otra sin haber iniciado un estudio detallado sobre ella, es por esto que agradezco a la Universidad Católica del Norte esta oportunidad.

Formarnos en este tema es muy importante, incluso para los que no son católicos ya que los lineamientos que se buscan con el tema es la edificación de la persona, a través del respeto a la vida, valorando al hermano, entender que somos seres sociales y por esto debemos tener principios éticos y morales que nos ayuden a mejor convivir.

A través de los tres temas que plantea la unidad, se pude entender y perfilar a la persona, al estudiante al respeto a la vida. En primer momento se comienza con “los principios de la Doctrina Social de la Iglesia” en el cual nos inculcan el principio de dignidad humana, de vida integra, de igualdad y respeto; en un segundo momento analizamos a la persona humana y sus derechos, la iglesia ve en cada hombre la imagen de Dios, la creación perfecta, el ser humano puede ver, oler, sentir, amar, esto lo hace ser algo extraordinario, una creación de Dios. Lo Iglesia busca que el hombre tenga calidad de vida es por esto que todos los lineamientos de la Doctrina Social, buscan revalidar sus derechos. Por último abordamos la Doctrina Social y la acción social, la religión hace parte intrínseca del hombre, de condición social, es por esto que la Iglesia, busca una relación en armonía entre cultura y religión.

LOS PRINCIPIOS DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA
La enseñanza cristiana nos dice: “Amad los unos a los otros…” de ahí se desprende la sociedad, de la interacción y reciprocidad que debe tener el individuo con sus semejantes; con esa frase tan sencilla y que lo dice todo, ese caritas, el amor que debemos tener por el ser humano, sin discriminación, ni rencores, ni mucho menos con perjuicios socio-económicos, claro está sin caer en la herejía de interpretar el dogmatismo cristiano con la ideología social.

Todo lo que hace el hombre tiene como única razón y causa Dios, es la raíz de todo lo que nos pasa, su inmensidad nos brinda esa convicción de estar con nuestros semejantes sin caer en egoísmos inútiles, de tener un transito terrenal afable, pregonando esa caridad, que semánticamente traduce amor hacia el prójimo, que debe ser la columna vertebral de nuestras acciones, por esa misma necesidad que tiene el individuo de vivir en sociedad; es que en la misma traducción de Iglesia nos habla de comunidad, de asamblea, y de esa asamblea debemos sustraer nuestras obligaciones, el beneficio de todos y para todos, para poder llegar a la salvación; bien nos lo dice el documento de aparecida, “necesitamos del otro para llegar al cielo.
Desde el evangelio nos están pregonando la necesidad de vincularnos con nuestros semejantes, las cartas apostólicas, que podrían ser las primeras encíclicas, nos incitan a amar a nuestro vecino, luego, en el trasegar de la historia, grandes pensadores como San Irieneo, que desde su apología a la iglesia, logró entender que la biblia es una base social, y también aparece el Santo de Hípona, San Agustín, que nos trata de dibujar un ciudad, una ciudad donde hay convivencia, donde hay estimación y aprecio por los demás, de ahí aparece la interpretación de la obligación política de la iglesia, interactuar, aprender y enseñar para la consecución del reino de Dios, la ciudad de Dios que es el vivo ejemplo de la armonía de todos los seres sobre la tierra, es la explicación más clara de la obligación cristiana por llegar a ser sociales, a estar en comunidad.
Pero hay un santo que trasciende fronteras en contemplar la doctrina social, que la explicó, que la disfrutó en sus escritos, Santo Tomás de Aquino, que explicó la funcionalidad de los dogmas en la cotidianidad humana, sin caer en nocivas interpretaciones que luego caerían por moda algunos “intelectuales”. La suma de la humanidad y la urgencia de tener una plataforma para llegar a Dios es la sociedad, que es el camino para la Santidad, ahí es donde se ejerce la esperanza, la fe y sobre todo, la caridad.
Aunque estos no fueron los únicos pensadores de la doctrina Cristiana, aparece otro Tomás, pero este es Inglés, Santo Tomás Moro, quiso explicar la sociedad perfecta, una verdadera “Utopía”, que se podía ver solo en las sociedades más avanzadas, es decir, en las sociedades donde se entiende y se ejerce el cristianismo. De este libro se puede entender más a la sociedad, y a su utilidad para la salvación, porque está bordado con los hilos de las enseñanzas de Dios hijo. Pero en las comunidades cristianas primitivas (que es como les gusta decirlos actualmente) había más unión, más integración entre ellos mismos, es decir, había más sociedad cristiana, más posibilidad de interactuar con la fe para poder ejercerla con serenidad y santidad.
Explicar los principios de la doctrina social de la Iglesia sería entablar tertulia con lo infinito, de hecho y uno de los objetivos del cristianismo es preservar a la sociedad, después de lograr la vida eterna y ganara la salvación. El ser cristiano debe justificar su llegada al reino de Dios por medio y ejercicio de la sociedad.
La doctrina cristiana es la adoración a Dios Supremo y Todo Poderoso, pero no solo desde lo teórico, sino desde lo práctico, bien lo ha dicho el apóstol Santiago: “La fe sin obras es una fe muerta”, es decir para lograr la salvación debemos procurar ser buenos y ayudar al prójimo: “Lo que hagan con el pobre, también lo harán Conmigo”.
Pero en términos más específicos o más técnicos, la doctrina social de la Iglesia, se encamina más que todo a velar por la preservación de los derechos naturales que nos han sido brindado por la Ley Divina, es decir, ser humanos sin caer en el abuso de la humanidad, o preservar los derechos que son innatos a la existencia del hombre: la vida, la libertad, la fe y la esencia terrenal.
El fenómeno de la teología de la liberación, más que una re-interpretación de la doctrina social de la iglesia, es una versión ideológica y amañada de lo que en realidad es la doctrina social; muchos teóricos ansían en decir que es la verdadera esencia de la sociedad cristiana, velar por los más pobres, y tratar de eliminar las brechas sociales que hay en nuestro mundo; la doctrina social enseña mucho más que eso, la teología de la liberación es una visión errática, amañada y bastante vanidosa de lo social en el cristianismo.
Lo social para la Iglesia es la oportunidad de ayudar desde nuestras capacidades a otras personas, sin caer en egoísmos o en opulencias inútiles, sino más bien, trabajar con humildad la búsqueda del Reino de Dios.
Es peligroso decir y alabar los derechos humanos, la Iglesia es superior a cualquier Estado contemporáneo, o a cualquier coalición, si bien estamos en comunidad y hay que respetar las leyes humanas, no debemos rebajar las leyes divinas a un simple teorema de convivencia; es preferible superar ese elemento, y en vez de hablar de derechos humanos, hablar de derechos cristianos; según muchos, el ser cristiano no es estar bautizado, sino estar o ejercer la cristiandad desde sus posibilidades, eso es un verdadero peligro, el ser humano bautizado es el único que merece la salvación, pero ese ser bautizado debe cumplir con las leyes mortales, pero ante todo tener la convicción de las leyes divinas.
Los derechos humanos, si bien es algo interesante para la armonía entre los países y la sociedad, no es lo único de la doctrina cristiana, en vez de eso tenemos los dones que Dios nos ha regalado, esos dones Teologales. Para que el hombre esté en convivencia debe practicar la fe, para poder estar en constante armonía con uno mismo, la esperanza, para poder contemplar este mar de lágrimas que nosotros mismos hemos creado, y la caridad, que es el ejercicio de nuestra fe con la esperanza de nuestros sentidos para llegar a la hospitalidad humana.
La doctrina ataca el facilismo de muchos cristianos, y por eso pregona el principio de dignidad humana. Es Dios, y solo Dios el dueño de nuestras vidas, de nuestra libertad, de nuestra dignidad: “No se mueve la hoja de un árbol si consentimiento de Dios.” Él nos obsequia la libertad, pero no una libertad efímera, contagiada de superficialísimos y trivialidades, sino una libertad entregada al servicio de la vida de los demás, una libertad que no se sobre-pone a la vida, al contrario, es el complemento de la vida, nuestro albedrío es la búsqueda de nuestro destino, respetando la ley que nos ha regalado Dios; también está la vida integra, nosotros no somos dueños de nosotros, ni mucho menos de lo ajeno, la vida digna es el ejercicio de nuestra naturaleza respetando la de los demás; de la igualdad, tenemos la ventaja de nuestra religión, que consiste en que nosotros tenemos en cuenta que todos somos iguales ante los ojos de Dios, luego aparecen lo franceses que discuten la libertad, la igualdad y la fraternidad como invención de ellos, si ya hacía más de dos mil años que se había pregonado estos criterios, incluso con una visión mucho más profunda y menos sesgada como la francesa, la Iglesia que Cristo Fundó, es una iglesia de pobres: “Gracias Padre por poderles enseñar a mis pobres”, dice El Señor, para la Iglesia también tiene derecho salvación un ladrón y una prostituta, esta es la más fantástica explicación de la igualdad, todos tenemos las mismas oportunidades y tenemos las mismas cualidades en el Cristianismo único y verdadero.
El respeto por nuestra tradición es la iniciación para que sepamos llevar con gozo y gusto la vida que nos han obsequiado, sin caer en hedonismos contagiosos y peligrosos El ser humano en nuestra sociedad es muy vulnerable, por eso la iglesia no quiere dejarlo a un lado, dejarlo hundir en el vacío del pecado, sino que quiere rescatarlo desde la misma sociedad.
Pero sigamos con la teología de la liberación, que es una herejía intelectual, política y religiosa. No podemos confundir la doctrina con la ideología, ni mucho menos el pensamiento con lo dogmático; nuestra fe es una fe seria, solida, histórica y fundamentada en lo que no vemos porque Dios no lo ha revelado, en cambio la idolología que es una resurta de pensamientos materialistas y débiles, que nos engaña con explicaciones pseudocientíficas, y argumentos carentes de ideas, formando así una ausencia de Dios, una clase de ateísmo que se cultiva desde la tergiversación profunda del tema social y divino, que desde sus ideas insipientes y polarizadas de la historia desfiguran la realidad de la sociedad en la iglesia, donde le dan un apelativo literal y sistemático sin darle un verdadero sentido estricto y filosófico, desviando el verdadero concepto fundamental que es la sociedad pensante y concreta.
Desde el pensamiento Griego, la sociedad conlleva a entender el conocimiento, y prolongarlo hasta el punto de durar en la historia y en la cultura de un pueblo y su tradición, construyendo una escolástica magistral para el entendimiento político de la iglesia. Así pues, el surgimiento de la Escuela sofista como un pilar para la eliminación de la tradición y sus dioses míticos, crea una forma de entender o eliminar la tradición y el fundamento a los cultos, dándole cabida al razonamiento de lo que puede ser ilógico que es estar con dios o religión.

Este fenómeno contemporáneo es entendido desde la Edad Media, donde el cristianismo ejercía poder y autoridad absoluta, creando manifestaciones en contra del despotismo y autoritarismo, no de la fe, sino de los que la quisieron entender la fe.

La religión como un hecho particularmente humano, porque en su libertad de pensar nacen una serie de acontecimientos propios de la esencia humana, como el mismo Dios, que conduce a la infinidad de la conciencia humana. Dios existes porque el hombre existe, la existencia no es más que el acto necesario para crear conciencia. Dios y la religión son el resultado de la naturaleza (auotconciencia) del hombre, es decir, la religión es la manifestación social de Dios.

Por eso la religión y la cultura mítica se transformó de un hecho social que implicaba su desarrollo a un mero acto individual, que polariza la exclusividad de una sociedad perfecta, literariamente a un acontecimiento profundo y vinculante, situado en las plataformas filosóficas, que incitan a un mejor pensamiento y entendimiento del termino sociedad realizado desde la práctica científica y sesgada a un procedimiento espectacular.
El pensamiento social de la Iglesia ha tenido un papel importante en la historia del pensamiento humano, y en su vida cotidiana. La percepción teórica del tema ha sido empantanada a causa de interpretaciones baldías y ligeras que impiden el correcto entendimiento del tema desde todos sus ángulos, tanto filosóficos como empíricos.
La doctrina social de la Iglesia es el ángulo más político de esta institución, pues prevé una legitimización del individuo con la gran Asamblea de Dios, ejecutando su accionar desde el ministerio sagrado de los sacramentos, que es la mejor manera de inmiscuirse en el desarrollo de la institución para la correcta construcción de una sociedad solidaria, constructiva y funcional.
Nos dice nuestro Sumo Pontifice Benedicto XVI: “diría que en cualquier caso tenemos nuestro deber de poner de relieve lo que nosotros queremos de positivo. Y esto sobre todo tenemos que hacerlo a través del diálogo de culturas y de religiones, ya que, como ya he dicho, el mundo está horrorizado de la frialdad de nuestra racionalidad. Es importante que vean que aquí no hay sólo esto. De forma recíproca es importante que nuestro mundo laicista se de cuenta de que la fe cristiana no es un impedimento, sino un puente para el diálogo con los otros mundos. No es justo pensar que la cultura puramente racional, gracias a su tolerancia, tenga un acercamiento más fácil a las otras religiones. Le falta en gran parte “el órgano religioso” y con este el punto de enganche a partir del cual y hacia el cual los otros quieren entrar en relación. Por eso debemos y podemos mostrar que justo por la nueva interculturalidad en la que vivimos la pura racionalidad desenganchada de Dios no es suficiente, sino que es necesaria una racionalidad más amplia, que ve a Dios en armonía con la razón, y es consciente de que la fe cristiana que se ha desarrollado en Europa es también un medio para hacer confluir juntas razón y cultura y para integrarlas también con las acciones en una visión unitaria y comprensiva. En este sentido creo que tenemos un gran deber, es decir, mostrar que esta Palabra, que nosotros poseemos, no pertenece –por decirlo de algún modo- a los trastos de la historia, sino que es necesaria precisamente hoy”. Tomado de: La entrevista del Papa Benedicto XVI en preparación al viaje apostólico a München, Altötting y Regensburg (Alemania, 9-14 septiembre de 2006)

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