¿Qué es la ausencia del poder soberano? Es el olvido de la persona a la política, dejando a mansalva el interés propio y colectivo para que otras personas se aprovechen de esta ausencia. Alguien dijo una vez: “El gran castigo de los apáticos de la política, es que van a ser gobernados por personas que si les gusta”, pero esas personas no son personas con espíritu emprendedor o con perfil de líder, sino por personas que entienden que desde ese espacio olvidado por la mayoría hay mucho para su provecho.
Es que el poder soberano es el mismo pueblo, y así lo reza la constitución política, y cuándo hace falta el pueblo se pierde la legitimidad de las cosas, y aparece otro elemento que suplanta la legitimidad, que es la tiranía. La tiranía es la delegación irresponsable del poder a alguien que se envicia en él y perjudica al pueblo, llenándose de un poder coercitivo y malévolo para nosotros.
El concepto de soberanía es un concepto bastante complejo, pero a la vez apasionante, soberanía no es un elemento dialéctico, sino la esencia misma de la democracia, es el bastión como se desenvuelve todos los menesteres comunes, es el poder absoluto del pueblo para si mismo; la soberanía no es mala, al contrario, es la fuerza con la que se desempeña la función política en toda sus instancias.
No puede existir políticos – gobernantes que conduzcan a la soberanía a un simple concepto de papel, no debe existir funcionarios públicos que utilicen el poder consagrado desde la suprema democracia para hacer amañadamente lo que quiera, por eso la soberanía debe encarar estos poco ilustres personajes que hacen daño a la comunidad, el pueblo es un ser unido, autónomo en sus decisiones y pensamientos, independiente en su ideología, por eso debe ser libre en expresar su opinión, no dejarse manipular por esos fantoches del desorden y el desquicio.
No debemos olvidar que lo nuestro nadie lo puede quitar, que lo que brilla por luz propia nadie lo puede apagar, y mucho menos personas que son seleccionadas por el pueblo para dirigir los destinos de un municipio. El ser es soberano, el pueblo es soberano, en el sentido que tiene la plena confianza en sus líderes, pero así como confían en sus líderes, también pueden hacer valer sus derechos ciudadanos de expresar libre y respetuosamente cualquier queja, reclamo o reproche que han tenido sobre el mismo pueblo; el pueblo construye cosas para el pueblo, no pueden haber gobernantes que se sirven de la voluntad sagrada de la comunidad, y luego se vanagloria de triunfos fantástico, inventados y acomodados para su propio ego, este, mis queridos lectores, será el peor líder, pero bien dijo el poeta: “A grandes crisis, grandes soluciones”
Es que el poder soberano es el mismo pueblo, y así lo reza la constitución política, y cuándo hace falta el pueblo se pierde la legitimidad de las cosas, y aparece otro elemento que suplanta la legitimidad, que es la tiranía. La tiranía es la delegación irresponsable del poder a alguien que se envicia en él y perjudica al pueblo, llenándose de un poder coercitivo y malévolo para nosotros.
El concepto de soberanía es un concepto bastante complejo, pero a la vez apasionante, soberanía no es un elemento dialéctico, sino la esencia misma de la democracia, es el bastión como se desenvuelve todos los menesteres comunes, es el poder absoluto del pueblo para si mismo; la soberanía no es mala, al contrario, es la fuerza con la que se desempeña la función política en toda sus instancias.
No puede existir políticos – gobernantes que conduzcan a la soberanía a un simple concepto de papel, no debe existir funcionarios públicos que utilicen el poder consagrado desde la suprema democracia para hacer amañadamente lo que quiera, por eso la soberanía debe encarar estos poco ilustres personajes que hacen daño a la comunidad, el pueblo es un ser unido, autónomo en sus decisiones y pensamientos, independiente en su ideología, por eso debe ser libre en expresar su opinión, no dejarse manipular por esos fantoches del desorden y el desquicio.
No debemos olvidar que lo nuestro nadie lo puede quitar, que lo que brilla por luz propia nadie lo puede apagar, y mucho menos personas que son seleccionadas por el pueblo para dirigir los destinos de un municipio. El ser es soberano, el pueblo es soberano, en el sentido que tiene la plena confianza en sus líderes, pero así como confían en sus líderes, también pueden hacer valer sus derechos ciudadanos de expresar libre y respetuosamente cualquier queja, reclamo o reproche que han tenido sobre el mismo pueblo; el pueblo construye cosas para el pueblo, no pueden haber gobernantes que se sirven de la voluntad sagrada de la comunidad, y luego se vanagloria de triunfos fantástico, inventados y acomodados para su propio ego, este, mis queridos lectores, será el peor líder, pero bien dijo el poeta: “A grandes crisis, grandes soluciones”
No hay comentarios:
Publicar un comentario