A pesar de más de una sarta de
guerras civiles y de constituciones transitorias durante el siglo XIX, a
finales de este siglo (1886) emerge la elocuencia de una constitución basada en
los principios culturales de una revolución cultural que surge a partir de la
división de los principios de Santander y del grandilocuente Bolívar.
Ha pesar de tantos hechos que
transcurrieron durante más de un siglo de supremacía de la constitución de
1886, se logró tejer una nueva forma de entender la democracia colombiana. Casualmente, el génesis de la constitución de
1991, tiene ciertas características similares a la constitución de 1886, una
serie de conflictos internos (guerra bipartidista, guerra de guerrillas, el
comunismo latinoamericano emergente), se logró fundamentar una posible reforma
constitucional, que al final fue la supresión y el remplazo de una constitución
conservadora, dogmática y fundamentado en la doctrina cristiana, a una
constitución abierta, retomando los principios franceses “libertad, Igualdad y
fraternidad”, donde transforma el estado de derecho “el imperio de la ley”,
donde la ley es absoluta, a un estado social de derecho donde se propende por
la justicia social.
Pasamos, en la constituyente
de 1991, de un estado católico, confesional a un estado laico sin compromiso
religioso. De un estado Conservador,
donde las normas estaban fundamentadas en el respeto absoluto de la ley, a un
estado donde prima la persona ante la ley. Después de un estado de derecho, donde
la ley esgrime a cualquier error o condición humana, a un estado social de
derecho, donde lo humano prima y se restablece la justicia social. De una idea
económica muy hermética, donde el desarrollo comienza desde dentro, a un modelo
abierto absoluto, donde la competencia determina el desarrollo del país, que en
definitiva cambió la mentalidad del ciudadano colombiano.
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