En esta época de tanto trajín emocional, de tanto cambio sistemático, de transformaciones sociales, políticas y económicas, se debe ajustar el arma más importante que tiene el ser humano, el Lenguaje.
Todos los científicos humanos, desde los griegos hasta los enciclopedistas franceses, coinciden en argumentar la necesidad de un buen discurso, algo emotivo que llene a los oyentes a proponer un debate y una verdadera condición de seres totalmente políticos; de esa idea nacen las grandes retoricas del pensador Latino Séneca, y de las emotivas alocuciones del gran Didieort, que le dan una visión más amplia a la verdadera intención del discurso, un discurso que enseñe a pensar y que contribuya a la creación de una sociedad fuerte y estable, donde las realidades sean debatibles, y los supuestos sean polemizados.
No es necesario caer en la arrogancia de de la demagogia inestable, y las falacias intelectuales que suelen caer algunas personas, para tener una fuente de progresión y de verdadera identidad discursiva, se debe tener en cuenta la concepción propia de los intereses del discurso, es decir, todo discurso tiene como fuente teorizar algún problema que se está evidenciando, sea intelectual, social o simplemente científico, que tiene como base el bien común, esa fuente de supremacía y legitimidad que tiende a desfigurar la teoría de un golpe o simplemente darle nuevas fuentes de criterio.
Es importante recalcar la función que tienen las bellas artes en la realización de una buena critica, si nos remitimos al discurso hecho en América latina, esa magnifica maquinaria que movilizó las masas para la unión de una cultura, el gran José Julián Martí con sus poemas enfatizados a la concepción de una verdadera realidad emocional de las cosas, es decir, el poder del discurso está en todos nosotros, nosotros hacemos el discurso desde lo práctico, todo tiene que ver la discusión entre lo físico y lo metafísico, esa unidad que hay entre lo que es y lo que no es.
Es un verdadero dilema filosófico entablar una idea general del discurso, el discurso es una herramienta que puede ser nociva, si se quiere, para los intereses generales, y transformarla en una gran fuente de debilitamiento mental, una gran industria de personas inconscientes de sus propios intereses, si se quiere, un adoctrinamiento mental o ideológico para construir un imperio de zozobra e ignorancia.
Por eso, tratar de entablar de llano una consolidación de lo que es el verdadero discurso liberal, donde todo tiene cabida, donde los debates son la base fundamental de un sistema, y la diferencia hace la sociedad. Pero caer en la mentira y la estrategia de aludir a las libertades, sería un pecado político y social, porque parte de la esencia del discurso en su ideología, es sus mismos matices de diferencia, donde el argumento es la solida y fantástica intención de la idea, esa mezcla de ritos naturales y de fantásticos descuentos literarios, el discurso es un arte donde todo puede pasar, donde las palabras son más que palabras, y las oraciones son construcciones superiores, donde la verdad y la creatividad se hacen uno, y forman un verdadero Estado.
sábado, 26 de septiembre de 2009
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Es importante hacer hincapié en las palabras de dos de los grandes pensadores de nuestra particular cultura occidental como Séneca (Ceneca) que invita a “Desconfiar antes que ser engañado” y Diderot, que precisamente hablando del discurso como dilema filosófico señala que “El primer paso hacia la filosofía es la incredulidad”; de acuerdo a ellos debe ser el sentido común, aunque esté alejado del ejercicio electoral, quien sospeche del discurso del otro, como quehacer político ineludible, lo que en términos coloquiales sería “no tragar entero”, debe ser ese sentido común quien guíe el pragmatismo político en el devenir nacional de cada uno de los ciudadanos con responsabilidades civiles, que somos todos y cada uno de nosotros, sin importar el color de la bandera…
ResponderEliminarPD: Excelente artículo