En estos momentos
coyunturales, donde la sensibilidad humana brota, se estremece y genera conflicto,
donde todos los hechos o pensamientos son cuestionados, quizá porque tenemos
más tiempo con uno mismo, porque el confinamiento genera estrés, ansiedad y
malhumor, permite vernos como humanos, como seres “críticos” por naturaleza.
Y es que las
redes sociales se han convertido en tribunal, donde los usuarios se convierten
en testigos y jueces, donde cada uno defiende su posición (no la verdad) con un vehemencia satírica e histriónica,
que deja de ser un debate a convertirse en una comedia, un “programa real”
donde nadie tiene la razón, pero no deja de ser divertido, ver como denigran de
las personas sin tener el más mínimo contenido académico, o la juzgan sin
conocer a ciencia cierta la dirección de los hechos.
Mi opinión se
concentra entonces en la situación del Alcalde de mi Granada, que es mi
alcalde, porque yo soy de Granada. Se evidencias
vientos hostiles para su gestión, lo critican porque hace y porqué no hace,
porque ejecutó y porque faltó ejecución, una ironía que supongo que él conoce, todos
no pueden estar satisfechos en este valle de lágrimas; y más cuándo nos
dedicamos a ver los errores, y omitimos la nobleza de la gestión pública, el
sacrificio que se tiene en el ejercicio de gobernar.
Entre tanto, sumo
esta historia como un libro del “Cardenal” Vargas Llosa, que siempre ha puesto
a los periodistas en un escenario bastante particular, los disponen como
defensores de verdades a medias y enemigos de las mentiras a medias, que en
este caso, es una tibiez conceptual y que no llega a nada. A título personal me parece que el Alcalde ha
hecho las cosas como lo dicen los que saben, obviamente también he expuesto mis
posición frente a sus acciones, que es normal en un zoom politikón como yo, pero también veo que es valiente
enfrentarse a tantas cosas que tiene el devenir político de un pueblo como
Granada.
Yo creo en la inocencia
del gobernante, dudo mucho de sus seguidores, creo que hay gente que está cerca
de él en vez de sumar resta. Si el señor
alcalde se equivocó, que lo defina un juez, el tribunal correspondiente para
evaluar sus gestiones y acciones público; no pretendamos que nuestras palabras
sean la última palabra, recuerden que si tienes cosas para decir haga la
reflexión filosófica por excelencia: ¿Es importante? ¿Va a herir a alguien? ¿Tengo
pruebas?. Un jurisconsulto dijo alguna vez: “Tráigame pruebas y os daré el
derecho”, acto seguido, que los responsables de las acusaciones a nuestro
mandatario se hagan en el debido proceso, no con los impulsos de muchos que
tienen alguna afectación por la actual administración municipal.
El alcalde es un
hombre noble, tan humano como
cualquiera, sé que profesa un importante cariño a Granada, y que lo que hace,
lo proyecta siempre en favor de nuestra querida tierra. En función del
desarrollo social, político, económico y territorial, me distancio de sus
posiciones, pero también comprendo que él debe estar esperando que nuestras
oraciones estén con él, porque independiente de su voto o su posición política él
es el alcalde de Granada, él es quién representa a todos los granadinos.